Arte taíno
El arte de los taínos, conceptual y a la vez,
utilitario, refleja antes de nada, su visión mágico-religiosa del mundo.
Sus obras de arte están representadas por una vasta gama de objetos de
uso personal y doméstico, y, en particular, por un rico repertorio
ceremonial. La variedad y cantidad de estos objetos, trabajosamente
elaborados (recordemos que no disponían de instrumentos metálicos) en
los más diversos materiales obtenibles en su ambiente o derivados de su
comercio, constituyen la muestra más fehaciente de su innata inclinación
artística.
Las formas abstractas, naturalistas o estilizadas
de estos objetos eran tradicionales y estereotipadas, por lo cual
podemos distinguir verdaderas series de objetos similares en las
diversas islas habitadas por los taínos o en aquellas a las que llegaba
su comercio. Esta producción representa una arte conceptual al servicio
de la sociedad taína a la vez que refleja una fuerte voluntad artística y
una decidida intención mágico-religiosa. En algunas ocasiones los
taínos se veían obligados a alterar las formas convencionales para
adaptarlas al material o campo decorativo disponible, lo que hacían
verdadera habilidad y sentido estético.
El arte taíno logra sus más bellas expresiones
plásticas en el medio escultórico. Con el propósito de lograr su
objetivo artístico, los taínos utilizaron las duras piedras como el
granito, la diorita, el basalto y otras más fáciles de tallar como el
mármol y la serpentina. En muchos casos el color de la piedra, las vetas
de la misma y el pulimento que lograba darle facilitaba y enriquecía la
obra artística.
También se hacía uso de las bellas y duras maderas de los bosques tropícales como el guayacán (Guaiacum officinale), la caoba (Swietenia mahagoni)
y otras. Los huesos del manatí, el mamífero de mayor tamaño en la fauna
antillana, le proveyó de material para algunos de los más bellos
artefactos de uso ceremonial así como para tallar idolillos. El hueso
humano, en particular el fémur y el cráneo también le ofrecían la
oportunidad de grabar representaciones antropomorfas de carácter
mágico-religioso y adornos ceremoniales.
Entre los objetos más destacados del arte taíno
están los destinados al culto de los cemíes, como los ídolos tallados en
piedra y madera, los artefactos rituales de la cohoba, junto a ciertos
instrumentos musicales como las maracas monóxilas (de una sola pieza de
madera).
En lo relativo a la indumentaria y adornos de uso
corporal los taínos confeccionaron objetos de gran belleza,
sobresaliendo los amuletos y collares de piedra, caracoles y colmillos,
las guaizas o carátulas de concha sostenidas en los cinturones trenzados de algodón, y los guaníes o discos de oro que usaban los caciques.
Duho (Dujo)
Asiento ceremonial en guayacán
Asiento ceremonial en guayacán
Dentro del mobiliario taíno resaltan los duhos
o banquillos ceremoniales que se consideran, junto a los imponentes
cemís de la cohoba, unas de las realizaciones más representativas del
arte primitivo universal.
Por su parte, los elaborados aros monolíticos (de
una piedra) y las piedras acodadas, empleados posiblemente en el juego
de la pelota, así como los vasos efigies cerámicos, de notable interés
iconográfico, son igualmente valiosos exponentes de la pericia artística
alcanzada por estos aborígenes en el logro de sus ejecuciones en
piedra, concha, barro, hueso y sobre todo en la dura madera del guayacán
(Guaiacum officinale) y la caoba (Swietenia mahagoni).
Incluso sus vasijas, manos de morteros,
pintaderas de barro, hachas líticas y otros utensilios de uso cotidiano
pueden ser apreciados como verdaderas creciones artísticas por su
esmerada terminación y bellos rasgos decorativos de carácter esotérico.
Los morteros y majadores líticos de la cultura
taína generalmente tienen esculpidos elementos figurativos que pueden
tener forma humana o de animales, que junto a otras decoraciones en bajo
relieve, le imprime a estos artefactos utilitarios un carácter
propiamente ceremonial, por lo cual, los arqueólogos consideran que
estas piezas talladas con gran esmero tendrían un sentido o función
ritual y se emplearían en la pulverización de las plantas embriagantes
inhaladas por los indios en la ceremonia de la cohoba con lo cual creían
comunicarse con sus dioses o cemíes.
Mitología y religión taínas
Los taínos creían en un Ser Supremo y Protector al que llamaban Yúcahu Bagua Maócoti, cuya madre fue Atabey,
Madre de las Aguas y Protectora de las parturientas, pero en sus
creencias mitológicas concebían otras divinidades o cemíes que habitaban
en el cielo, nombrado Turey, relacionándolos con los fenómenos atmosféricos, la creación de la Tierra y del género humano.
Entre sus más importantes relatos mitológicos están los de la creación del sol y de la luna que salieron de una cueva, llamada Mautiatihuel, donde habitaban dos cemíes hechos de piedra que eran Boínayel y Márohu, considerados dioses protectores y a los cuales se invocaba cuando no llovía.
Los taínos creían que después de muertos los hombres iban a un lugar sagrado llamado Coaybay y que sus espíritus, llamados opías, estaban recluídos durante el día y en la noche salían de manera placentera a comer del fruto de la guayaba (Psidium guajava).
En términos religiosos, el taíno fue animista,
politeísta, creyente de la vida de ultratumba, totémico y fetichista. En
su producción artesanal y en el grafismo pictórico están presentes esas
creencias.
Los sacerdotes llamados behiques
tenían mucha influencia sobre la población en general, ya que ellos
tenían un doble poder; como intermediarios entre los dioses y los
hombres, y como médicos o curanderos. Sin embargo, la religión en sí
estaba en poder de los hombres, correspondiéndole al cacique el ser
jefe, guerrero y religioso al mismo tiempo. Una de las creencias más
generalizadas era el cemitismo, representado por ídolos o cemíes,
considerados como dioses tutelares. Cada cacique o jefe tribal tenía un
cemí particular, aparte de que existían cemíes que eran aceptados como
bienhechores por los diversos grupos clánicos. Estos ídolos estaban
representados en diferentes formas y fabricados con diversos materiales:
piedra, barro, madera, hueso, concha y hasta de algodón.
Trigonolito ('Piedra de tres puntas')
En roca calcita
En roca calcita
Entre los cemíes mas aceptados estaban las "piedras de tres puntas" o trigonolitos,
relacionadas con sus rituales propiciatorios de la fecundidad, tales
como la productividad de los conucos y la reproducción del género
humano.
El trigonolito es una pieza sumamente
especializada en cuanto al área en la cual se ha encontrado hasta el
momento con mayor frecuencia. La costa este de La Española y las costas
del oeste de Puerto Rico han sido los lugares donde se han encontrado en
cantidades apreciables estas piezas.
En cuanto al animismo, el taíno creía que los
espíritus de los muertos podían tener sus moradas en los árboles. Creía
percibir la presencia de éstos cuando se producían movimientos de las
ramas o ramificaciones especiales de las raíces. Cuando ello ocurría, el
behique o sacerdote buscaba interpretar los deseos que los muertos
querían manifestar, según la creencia. Por otra parte, una práctica
ritual muy importante lo era la de la cohoba, a través de la cual se
buscaba obtener los mensajes cemíticos.
El ritual de la cohoba
Entre los taínos, la principal ceremonia religiosa fue la cohoba
en la cual, mediante la inhalación de unos polvos alucinógenos, el
cacique o behique entraba en un estado de trance creyendo comunicarse
con sus dioses o espíritus a los que invocaba pidiendo ayuda y
protección.
Antes de entrar al templo los taínos se
introducía en la boca una espátula con la finalidad de vomitar,
purificándose interiormente, para así evitar los efectos de indigestión
que podrían producir los elementos tóxicos que contenían los polvos de
la cohoba.
El polvo alucinógeno empleado en la cohoba era
colocado sobre un plato de ofrendas que generalmente tenían los ídolos
tallados sobre la cabeza (cemíes de la cohoba, como el que aparece arriba), desde donde los oficiantes lo inhalaban mediante unos cañutos en forma de Y.
Los participantes en esta ceremonia se decoraban
el cuerpo para la ocasión y, al entrar al reciento, eran recibidos por
el cacique, quien tocaba el mayohabao o tambor de madera, sentándose luego en cuclillas en torno al cemí ante el cual se practicaba el ritual.
Al presidir esta ceremonia de la cohoba, al igual
que los juegos de pelota y otras festividades, los caciques, junto a
los demás señores principales, empleaban para sentarse unos banquillos,
hechos de madera o piedra, llamados duhos.
El tabaco
El tabaco ocupó un sitial muy importante en la
sociedad taína, asociándolo a sus ceremonias rituales y a sus prácticas
mágico-curativas.
Al parecer, por sus propiedades embriagantes y
aromáticas, el tabaco en forma de rapé fue uno de los componentes de los
polvos alucinógenos inhalados en las cohobas.
Los indígenas usaron igualmente el tabaco por
placer y para mitigar el cansancio del cuerpo en las largas caminatas
que frecuentemente hacían.
Para ello, en las proximidades de sus casas, cultivaron con esmero las plantas de tabaco (Nicotiana tabacum) cuyas hojas secaban para hacer unos rolletes alargados que los indios fumaban constantemente.
El juego de pelota
Cinturón monolítico
De mármol
De mármol
Los indios de la Española, Puerto Rico y las
demás Antillas fueron muy aficionados al juego de la pelota, utilizando
para ello una pelota de goma posiblemente extraída del copey (Clusia rosea), la cual sorprendió a los españoles quienes desconocían la existencia de la goma.
En el juego participaban dos equipos de
indeterminado número de jugdores que trataban de mantener la pelota en
el aire, golpeándola tan sólo con las caderas, los codos, los hombros y
con la cabeza, sin poder emplear las manos para darle, precisándose gran
agilidad y destreza por parte de los jugadores, ya fuesen estos hombres
o mujeres.
El lugar donde se jugaba recibió el nombre de batey,
consistiendo en una cancha generalmente de forma rectángular, cuyos
linderos podían estar demarcados por una hilera o calzada de piedra,
teniendo algunos de estos peñazcos petrogliflos o figuras labradas con
representaciones de cemíes u otras imágenes tutelares.
El areíto
Una ceremonia ritual de suma importancia para el taíno lo constituía el areito,
que era una expresión musical de cantos y danzas, complementada con
recitaciones de hechos y hazañas ocurridas en tiempos antepasados. El
areito se considera el signo más avanzado dentro de todas las
expresiones culturales del pueblo taíno. Por lo regular lo practicaban
en plazas ceremoniales que los españoles llamaron "corrales" y era dirigido por una persona principal. (Vea Centro Ceremonial Indigena de Tibes, Ponce, Puerto Rico.)
El areito servía para expresar la unidad tribal y
educar a los jóvenes y niños en las tradiciones familiares y de la
sociedad. Tenían significados muy variados, por lo cual un areito podía
ser amoroso, doliente, de guerra, plañidero y de carácter
místicoreligioso. En otras palabras, los areitos solemnizaban ritos,
aniversarios, celebraciones de bodas, ascensión de caciques, las
cosechas y las victorias guerreras. Cantos bailados y fraseados
coralmente iban acompañados por instrumentos musicales fabricados de
madera fuerte y hueca.
Como instrumentos musicales utilizaban maracas de madera o de higüero (Crecentia cujete), el mayohabao
o tambor confeccionado de un tronco ahuecado que colocado en el suelo
se golpeaba con un mazo, además de fotutos o trompetas de caracol,
ocarinas de barro y flautas de caña o hueso.
A estos cantos y bailes acudían los hombres y
mujeres, pintándose el cuerpo con tintes rojos, blancos y negros,
adornándose, también, con sartas de caracoles y semillas que hacían las
veces de sonajas, cuya sonoridad ayudaba a mantener el ritmo a los
danzantes. Al mismo tiempo tomaban ciertos brebajes embriagantes.
Prácticas funerarias
En lo relativo a la muerte, no existía una unidad
ritual, por lo cual las ceremonias funerarias respondían a diferentes
formas. Lo único que unificaba los ritos y ceremonias de enterramiento
era la creencia en un mundo supraterrenal o de ultratumba, por lo que
los muertos eran enterrados con sus pertenencias esenciales para que en
el más allá reconciliaran la vida personal con la vida material.
Si quien moría era un cacique se acostumbraba, en
algunas regiones, a enterrar viva, junto a él, a su esposa preferida,
denominándose a la mujer que padecía tal sacrificio Athebeane Nequen.
El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo narra
que, después de muerto, al cacique lo fijaban con unas vendas de algodón
tejidas, le ponían sus joyas preferidas y lo sepultaban sentado en un
duho dentro de una bóveda de palos y sus indias e indios recitaban en
los areitos las obras más sobresalientes de su vida.
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